martes, 5 de julio de 2011

Orgullo

En este frenesí que atropella mis entrañas, me quiero dar un espacio para compartir inquietudes sobre el orgullo. Esa palabra que genera muchos sentimientos tanto positivos como negativos. Una palabra tan difícil de comprender como lo es nuestra sexualidad. Una palabra tan dual como muchos de nuestros comportamientos. Una palabra que determina la soberbia y la arrogancia pero que también significa nobleza y virtuosismo.

Y es que para estar orgulloso se necesita estar convencido. Estar orgulloso es ser noble. Estar orgulloso es tener virtud. Soberbia y arrogancia no deberían estar codificados en nuestro lenguaje del orgullo.

Orgullo por la vida, orgullo por el arte, orgullo por la inteligencia, orgullo por el amor, orgullo por el abrazo, orgullo por la comunicación. Ese orgullo que se posa dentro de cada uno y se convierte en la música del silencio, un orgullo que se convierte en el dulce mundo donde nos refugiamos, que poco a poco se adhiere a la piel y se clava en los huesos para desde allí convertirse en una explosión de inhabitadas estrellas.

El orgullo que se convierte en realidad cuando le podemos decir al otro que somos uno en los sueños, en lo concreto, en lo absoluto; cuando a través del abrazo expresamos la unión y la convicción del cariño bien habido y del amor cultivado, cuando expresamos de manera clara y contundente nuestros sentimientos y pensamientos.

Se que no es fácil en ocasiones expresar el sentir por una celebración que nos toca a todos. No es fácil vivenciar con tranquilidad una celebración que nos involucra pero que vemos lejana y distante, bien sea por experiencias previas o por convicciones tardías. No es fácil involucrarnos cuando las más de las veces decidimos pasar por la vida desapercibidos. No es fácil cuando decidimos no involucrar sentimientos.

Por lo tanto, sea esta una oportunidad valiosa para expresar el orgullo de ser persona, el orgullo de compartir, de brindar, de abrazar; el orgullo de elevar una oración a Dios para que en su inmensa sabiduría nos brinde la oportunidad de ser felices y orgullosos de nosotros mismos; ese orgullo que ostentamos sin soberbia ni arrogancia sino con nobleza y virtuosismo, con la cabeza en alto, con la alegría brotando por cada uno de nuestros poros.